miércoles, 24 de septiembre de 2008

Ellos fueron los primeros

Desconocemos las identidades de estas estatuas que nos exigieron por bulerías que les adecentásemos el rostro asín


Sin duda, nos lo agradecieron tanto: nos invitaron a una ración de chocos y nos presentaron a unas Mollys de mucho cuidao, de las auténticas made in Gibraltar. ¡Menudas lagardas!
Para encontrar a esta singular pareja sólo tienen que ir a Cádiz y una vez allí no tiene pérdida. Siguen a la negra durante horas a pleno sol por el malecón y no duden en realizar las pertinentes y regulares paradas para el avituallamiento, que la Cruzcampo es muy buena y el Jerez mejor. Cuando se hayan detenido no menos de una docena de veces para beber y noten que cada vez que hablan les sale por el gaznate una chirigota, en ese preciso momento, no en otro, pregunten a las tres cheerleaders de los Lakers (sí, las del uniforme amarillo, no las de púrpura) si son más de McNamara o de McAdoo. Según la respuesta, ustedes ya la habrán adivinado, y tras esquivar a Materazzi y Zidane, háganse con la peluca de Philippa York, anteriormente conocida como Robert Millar, y persigan a todos los concursantes de humor amarillo. Ellos les guiarán cual Virgilio en el Averno. Una vez lleguen a las estatuas, pregúnteneles sus respectivos nombres y no se olviden de dejar un comentario en este blog, que estamos hasta los innombrables de no conocer sus identidades. Si callan vilmente, no lo duden, acudan a Elio Petroni (http://www.petroninvestigazionisicurezza.com/), el inspector más grande de todos los tiempos, capaz de encontrar todos los gattis y los tottis en la ciudad de Roma. Un día llegaremos a ella, porque todos los caminos acaban ahí.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Fiebre Amarilla

Corría el Carnaval de Cádiz de 2007 entre añoranzas de Carmelo, Juan José y Mágico González cuando, estando sin bigote, greñas ni disfraz, cayó del paraíso de la denigración estas discretas gafas color amarillo chillón.
Entonces San Jerónimo nos encomendó una misión: extender la denigración cual fiebre amarilla allá donde fuéramos, perpetuar la mirada crítica sobre la humanidad, petrificar la memoria de las estatuas. Cádiz era una fiesta. Las negras por el malecón, el hedor a pescaíto frito impregnado en los poros sudorosos, las vacas muuuuuuús haciendo requiebros, bulería bulería...


Jerónimo, el mapa nos espera, el mundo no será suficiente, todas las estatuas serán pocas, pero siempre nos quedará Cádiz.